Las manos apoyadas sobre el mostrador, Hilary Logoro Suru te mira con ojos tranquilos y, cuando le preguntas sobre qué tal es tener una librería en Juba, responde lentamente y en voz baja. Primero, se disculpa por el hecho de que la mayoría de los libros son en árabe y tienen un aspecto viejo y cansado. “Son de segunda mano y me los consiguió un amigo, ahora es lo único que hay”. “Pero, desde la paz, las cosas van mejor y estoy planeando comprar muchos más libros. No es como durante la guerra. Finalmente, espero poder acabar teniendo una buena librería”, continúa.
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